En una tarde lluviosa de septiembre, retraído de la sociedad y con la ruidosamente callada compañía de una computadora, un ser humano de 17 años es victimizado por enésima vez, y ya es costumbre, de la confusión y la incertidumbre. Nada está claro, lo único que sé es que ésto es asquerosamente familiar, ya monótono, mas no aburrido.
Suponga usted, interesante lector, que se encuentra ante 3 caminos, y por supuesto, los 3 llevan a lugares distintos, diametralmente opuestos.
El primer camino sé más o menos cómo es, sé que puede ser largo, y podría ser hermoso, pero por alguna razón, una conocida razón (más bien grande), no lo puedo tomar, me estorba en el camino. Y la verdad es que preferiría conocer otro camino, diferente, con menos obstáculos, o más chicos, al menos. Conozco este lugar, puedo decir que he cruzado más de la mitad del camino, pero no he podido llegar a donde desemboca.
El segundo lo acabo de conocer, y puedo ver a lo lejos que pinta demasiado bien, quizá contenga lo que yo quiero, lo que he estado buscando sin verdaderamente empeñarme en ello. Pero el principio está también, lleno de obstáculos, un par de ríos, muy hondos, unas piedras al costado de ellos que no hacen más que estorbarme. Aunque logro ver un suelo pantanoso pero lo suficientemente resistente para cruzar los ríos, escalar las enormes piedras y ver el horizonte, el camino libre, envolvente. Se ve atractivo, sin duda, pero podría hundirme en el intento, si no piso con cuidado, pudiera ser el fin, la nada. Necesito evaluar la situación.
Pero el tercer camino no es como los otros dos. Es uno sin obstáculos, lleno de piedritas, tierra, algunos arbustos aquí y allá, hasta hay arroyuelos agradables, flores y demás atractivos naturales, lo que no es atractivo es lo que alcanzo a ver a lo lejos. A decir verdad, ni siquiera se alcanza a distinguir, es una masa grisácea que se confunde con el cielo, se pierde en la infinidad. Lo que sé, es que si tomo ese camino, quizá disfrute de ver los arroyuelos y el trayecto en sí, pero mi destino no se ve prometedor, lo cual me frena a llevar a cabo el viaje.
Eso es lo único que sé de los caminos, podría tomar el tercero, podría tratar de escalar el grandísimo obstáculo que impide mi visión en el primero de los tres, o podría arriesgarme y lanzarme a las pantanosas aguas de los ríos que controlan el número dos... PERO NO SÉ!! Es difícil, suponiendo que mi objetivo es llegar al lugar más prometedor y quedarme ahí por siempre, o hasta que el sabio tiempo lo diga.
Hablando de tiempo, también se me está acabando, y eso lo digo figurativamente, porque el tiempo no se acaba, siempre está ahí, es un gigante que se traga todo a su paso, y me puedo ir con él si no tomo un camino a la brevedad. Necesito meditar mis opciones, agarrar mis cosas e irme a cualquiera de los 3 lugares, entonces, se preguntará el lector (quizá): ¿Qué espera el autor para largarse al camino 2, donde, aunque riesgoso, el final es el mejor posible de los 3? Bueno, contestaré con... 'una señal'. Necesito una señal, no necesito una señal a la vista de todos, con algo sutil, una muestra ínfima de que saldré exitoso si lo tomo. Aunque, confesaré, lo más probable es que tenga que hurgar para conseguir dicha señal.
Todo esto hablando, desde luego, metafóricamente.
1 comment:
Mmm, me suenan el camino uno y tres, pero del dos no puedo encontrar una relación contigo y lo -poco o mucho- que sé de ti.
Pero bueno, si lo que buscas es un consejo, dar tu situación en metáfora me parece pésima idea. =O
Si tan preocupado estás, y si tanto quieres ver esa señal, tendrás que hablar claro, sea con quien sea.
A mí me encuentras seguido en el msn, así que ahí estoy, para lo que desees.
Y para no pasarnos de serios: "ésto" es sin tilde, ¡SIN TILDE! *le avienta un gis a la cabeza*
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